Yo me jubilé en el 91, ya tengo treinta y dos años de jubilada; más de los que trabajé. Pero me jubilé porque me enfermé, me sentía muy mal. Además, estaba trabajando en la mañana como directora y como maestra por la tarde. Esto fue sugerencia del profesor Isaías (Vales) que era el inspector. Con el empecé a trabajar en la Tresguerras era una persona muy trabajadora y siempre fue excelente persona conmigo. Para ese entonces él me decía: "Maestra, tome un grupo en la tarde". Pero yo no quería aceptar, del mismo modo cuando para ser directora me insistían y yo no quería, a mí me gusta mucho trabajar con los niños. Pero para aceptar un grupo en la tarde el maestro me insistió porque en la escuela, el turno de la tarde ya se había formado, pero se desintegró porque a los papás no les gustaba, debido a que los maestros en la tarde faltaban.
Pero él me decía que ya no cabían los alumnos en la mañana y sí eran muchísimos, eran setecientos y tantos alumnos cuando yo estaba de directora. En la parte de atrás de la dirección atrás, se puso una división para que la dirección quedara chiquita y ahí se acomodó un grupo. Pero el profesor Isaías me decía: "Es que usted es una garantía, donde la ponga es una garantía". Y ya acepté. Tenía yo más alumnos en mi grupo de la tarde que los que se habían inscrito en la mañana en dos grupos. Así estuve mañana y tarde, pero me enfermé de la tiroides y tardaron los doctores en saber lo que tenía Y ya dije: "Pues ahora sí" y me retiré, trabajé como veintinueve años y fracción y aquí estoy.
En esos últimos años era directora en la mañana y atendía un grupo en la tarde porque, aunque ocupen el mismo edificio, se considera que son dos escuelas diferentes, creo que a la fecha así sigue siendo.
En la Tresguerras, después de la maestra Oliva (Gamiño) siguió de director el maestro Isaías, pero después lo nombraron inspector. Pero ya desde antes el inspector me decía: "Blanquita, vete de directora a tal parte" y como yo no quería, me insistía "Es que está esta dirección para cuándo se retire Oli tú te quedes con la dirección. Total, que el profesor Isaías le dieron la inspección y estuvo como tres o cuatro meses como director otra vez, o sea como director sin grupo. Porque desde que yo llegué a la tres g él era el encargado de la dirección. Pero a final de cuentas me quedé con la dirección, aunque no quería, yo prefería estar con mi grupo, pero sí me quedé, y todos los compañeros todos me apoyaban, porque se decía que había otras personas que podrían pelear la dirección de la Tresguerras: un profesor que estaba en Neutla, que había sido mi alumno y era director, podía pelear esta dirección, lo mismo que quien estaba en la escuela de La palma. Pero nadie, nadie peleó conmigo por esta dirección. Todos me dejaron, y dije: "Bueno, es mía ya, gracias" y ahí me quedé como directora.
Yo nada más había estudiado normal y como tenia a mis niños chicos ya no quise estudiar. Cuando Cristóbal estudiaba la licenciatura en psicopedagogía nos íbamos a Monterrey él me decía: "Tú entra, también". Peo yo no quería dejar solos a mis niños, entonces yo no estudié. Además, estudiar en ese tiempo una licenciatura era para pasar a secundaria o prepa y a mí me gustaba la primaria.
Aun así entré, en el primer año que se abrió la licenciatura aquí, íbamos a Guanajuato, en las vacaciones teníamos que estar allá. Cristóbal se iba a Monterrey y yo me iba a León con mis papás que allá vivían, todos los días me llevaban a la Central como a las seis de la mañana porque teníamos que entrar a las ocho. Así fue el primer año, luego ya abrieron acá en Celaya la licenciatura, ahí seguí y terminé en la primera generación de la Licenciatura en Educación Primaria.
Después entré a la normal superior. Me gustó mucho español, me traje el primer lugar. Éramos cincuenta y cuatro alumnos, maestros. Pero era también para seguir en secundaria y como a mí me gusta más la primaria y tenía uno de mis hijos chicos dije: "No, hasta ahí". Y vinieron a decirme: "Es que sacaste el primer lugar" y vinieron a traerme lo de la inscripción (ese era el premio) y me insistían, pero yo ya no quise.
Después que me compuse, ya jubilada, me decía yo: "¿Para qué me jubilé?" Veía los desfiles y se me hacía un nudo en la garganta, y eso que me chocaban los desfiles, pero jamás falté a uno. Veía yo a los niños y más cuando veía pasara la Tresguerras.
Luego de que me recuperé, todos los años venían y me invitaban a trabajar al colegio Héroes de Chapultepec. Pero no me dejaban aquí en mi familia, aunque ellos sí se iban, el más chico estaba en la prepa, aquí en el Marista y se iba con Cristóbal, el más grande ya estaba casado, ya no estaba aquí, el de en medio estaba estudiando en Querétaro, venía solo el fin de semana, me quedaba yo sola mucho rato y un día me vinieron a buscar nuevamente, estábamos por salir, teníamos ya los velices y todo, y vino la directora del colegio:
-Maestra es que los papás me dicen que usted -y luego luego mi hijo el más chico:
- No, mama. ya no trabajes.
Ya tenía cinco años de no trabajar. Los papás le sugerían a la directora que viniera a verme, cada año venía. Como estábamos por salir le dije:
-Mire, es que ya estamos por salir -pero me insistía y me decía que tenía muchas recomendaciones. Entonces dijo Cristóbal:
-Acuérdate que no te gusta desfilar:
-No desfila maestra -me ofreció la directora.
-Y no te gustan las juntas -dijo Cristóbal.
Porque a mí me chocaba que nos interrumpieran las clases para tener juntas, y que dijeran: "Mañana no hay clases porque va a haber junta de esto". Me chocaba.
-No va a ninguna junta -me volvió a ofrecer.
Ya con esas "prestaciones laborales" dije que sí, me regañaron aquí y les dije: "Ya di mi palabra". Trabajé feliz y trabajé tres años. Ya luego les expliqué: "Ustedes se van a la escuela, al trabajo. No se van a dar cuenta de que yo me fui, cuando ustedes regresen ya estoy aquí". Y así fue exactamente. Ya para el segundo año mi hijo no estaba en la prepa, estaba en Querétaro, aquí nada más estaba Cristóbal; mi otro hijo venía el fin de semana, así que nadie sabía si había yo ido o no había ido a trabajar al colegio. Aunque me traía un montón de chamacos en la tarde para ponerlos al corriente o hacer alguna actividad manual, que siempre me ha gustado. Se venían muchas niñas y hasta las mamás, me decían: "Dennos clases de bordado". Y hacían sus mantelotes bordados. Todo esto era fuera del horario, así estuve y el tercer año que dije: "Hasta aquí", pero seguí dando clases de pintura decorativa.
[Maestro, al especializarse en Psicopedagogía ¿no extrañó el aula, el trato directo con los niños?]
Sí, si extrañé el aula mucho.
Mi papá decía que no conocía otro maestro, de verás maestro, más que a él. Hasta la fecha nos encontramos en la calle maestros a los que les daba clase en las normales, maestros ya jubilados que nos dicen: "Es que nunca tuvimos un maestro como él ". Siempre lo florean.
Lo que pasaba es que como ya trabajaba yo en normal primaria, normal preescolar y normal superior, ahí tenía yo la oportunidad de hablarle a los niños, me representaba la práctica y podía combinar la práctica con la teoría. Siempre me han atraído los niños y sobre todo la enseñanza, sin embargo, a través de los maestros, de la formación, sentía que lograba un poco más.
Ya cuando me jubilé me vinieron a invitar de la normal de aquí de Comonfort. Acepté y participé durante tres periodos.
En la primaria se organizaban paseos, por ejemplo, para el día del niño. Nos íbamos, por decir: al río, pero no aquí precisamente, íbamos por donde está Virela. A esa altura llevábamos a los niños. Ahí comían. Íbamos al cerro, pero cuando no había camino, había que treparse como uno pudiera, si encontrabas el lugar, bien, y si no por entre las piedras. Y así salíamos con ellos a distintas partes, incluso cuando el camino que va ahora a Neutla era pura tierra llegábamos a ir a partidos de futbol, caminando con los niños hasta Neutla. De regreso, a veces nos daba raid alguna camioneta u otro vehículo, pero de ida sí llegaban los niños a jugar como si nada, después de haber hecho esa caminata tan grande.
Era muy bonito porque todo era muy tranquilo, cuando yo entré a trabajar en la Tresguerras, la escuela estaba en la en la calle Arista, en esquina con otra calle, como entrábamos en la mañana, salíamos a mediodía y teníamos que regresar me iba con las niñas de ahí derechito hasta el Río, y por el río nos veníamos caminando entre el agua, pero estaba bajito y se venían a dejarme, el agua estaba limpia y había piedritas, con los zapatos en la mano llegábamos aquí.
Era muy bonita toda esa época, no había peligro, los niños llegaban y se iban solos, cosa que ahora no podrían hacer. Esa época cuando tu mamá [la Sra. Ma. Antonieta Navarro] fue presidenta de los padres de familia (una persona magnífica) nos ponía, el día del niño, las obras de teatro y no nada más era para los niños, se llenaba de papás, porque ya estaban esperando y preguntaban: "¿Sí va a haber obra?" Fue una época muy bonita, la escuela siempre tuvo su prestigio. Mucho prestigio.
Me acuerdo de un director de educación que vino a una visita a la Tresguerras y le dijo a Blanca, usted no se puede jubilar, porque usted está en el inventario de la escuela.
Pues sí, trabajábamos mucho, en una ocasión del DIF me vinieron a decir que participara para un concurso en el Estado, el DIF me proponía a mí como persona que había hecho algo por el instituto, y yo preguntaba
-¿Qué hice?, si yo nada más cumplía con mi trabajo.
- Es que esas rondas que usted ponía eran muy buenas.
Se referían a unas rondas con cuerdas, los brincos con cuerda, concursábamos cada año y nadie nunca nos ganó. Concursábamos en la zona, luego concursábamos en Celaya. Por lo general siempre ganaban colegios particulares, pero a nosotros nunca nos ganó ningún colegio particular. Había un maestro, era director y era dueño de un colegio, cuando estaba yo embarazada de mi primer hijo me dijo, cuando fuimos a competir:
-Ahora sí no nos va a ganar
-Pues vamos a ver.
Y luego que ganamos me dijo:
-Pues ¿cómo le hizo?
-Yo no brinco, yo les digo que hagan y cómo brinquen.
Y la verdad, sí eran de veras muy bonitas. Ahora que veo los desfiles yo me acuerdo que en un desfile les puse brincar cuerdas dobles, iban de banqueta a banqueta con las dos cuerdas y brincaban la cuerda doble, con música y bailando. En una alcantarilla una niña pisó mal, se lastimó y ya no pudo; todo el desfile me lo eché yo dándole con las cuerdas. Veo yo que ahora ya todo eso se terminó, eran competencias muy bonitas. Yo les pedía a las niñas ropa que no les costara, en tanto que las de Celaya iban las con sus tiras bordadas muy elegantes y las de aquí no: con su delantal de tela delgadita y su vestidito. Y se veían bien bonitas
[Yo comenté que la maestra María de Jesús Núñez había sido mi maestra cuatro años y había sabido tratar con acierto mi exagerada timidez e introspección]
Mi comadre (la maestra maría de Jesús Núñez) era muy buena maestra, hacíamos mancuerna. Por ejemplo, si yo ponía las rondas ella era la que me ayudaba en todo y eran niños que no tenía yo como maestra, porque yo tenía quinto o sexto y siempre eran niños de primero. Que los haga uno coordinar y todo eso, siempre es difícil, pero lo lográbamos y siempre hacían, todos parejitos, lo que les ponían. Yo en una ocasión le sugerí a la directora, en una junta de consejo, que hiciéramos talleres de distintas actividades en un día a la semana; en determinado horario poner talleres. Entre los talleres que se abrieron se abrió danza. Resultó que todos querían danza teníamos el patio lleno. Pero para vestuario les encargábamos, a los niños, pantalón de mezclilla y camisa blanca; a las niñas, una falda roja y una blusa blanca. Y con eso, con ese mismo vestuario participaban en el día de las madres y ya no tenían que gastar. Nada de que les pedíamos otra cosa, además todos podían salir en el bailable, porque si no vino fulanita el día del festival, sutanita hacia el apoyo porque todos sabían el bailable. Y todos los coordinábamos y todos bailaban. No había nadie de que "yo no puedo porque no me van a hacer el vestido". Tenían todo un año para que les hicieran la falda, el siguiente año esa misma falda les servía y a los niños el mismo pantalón de mezclilla les servía. Tuve buena idea, en ese sentido, de que no se discriminaba a nadie porque no le pudieran hacer el vestuario, así fuera de Yucatán o así fuera del norte, se usaba el mismo vestuario.
En una ocasión, ya en el edificio actual, se estaba haciendo una fosa para el salto de altura, estaban mis alumnos y los alumnos del compadre Cirilo, de repente se sumió la tierra y aparecieron muchas osamentas, algunas se desintegraban otras ahí se quedaban.
En otra ocasión iba a meter una tolva con grava y pasó por un lado de la entrada, junto a la cancha de basquet y también se hundió. Decían que eran fosas comunes y don Panchito, que sabía muchas historias, nos contó que esa fosa estaba porque había habido aquí una epidemia, entonces pasaba una carreta con caballos y donde había habido un fallecimiento recibían el cuerpo y lo llevaban al panteón, lo depositaban en la fosa común. No permitían, como ahorita con el COVID, la velación y los enterraban en fosas comunes. Porque eran muertos todos los días, una epidemia muy fuerte.
Incluso el primer año que se iba a inaugurar la escuela, don Panchito sembró maíz. El día que íbamos a inscribir (porque teníamos unos días para inscribir, no era con la anticipación de ahora) estábamos ahí inscribiendo y don Panchito fue y cortó elotes, puso una tina y los puso a cocer. Eran unos elotes enormes y gruesos, unos granos hermosos. Pues muchas maestras no quisieron, decían que "quien sabe qué tendrían, que estaban abonados con muertos sabrá Dios de qué". Pero mi comadre Ma de Jesús y otras maestras nos comimos nuestros elotes y aquí estamos.
También platicaba don Panchito que todos los albañiles, como los trajeron del CAPFCE, ahí se quedaban, cuando ya había construcciones para medio ocuparlas. En las mañanas llegaban los albañiles y decían que no habían dormido por haber visto esto o aquello, que veían cosas y les pasaban cosas. Don Panchito decía: "Yo ando en la noche por todo el patio y en todas partes toda la noche y nunca he visto nada, nunca me ha pasado nada".
Esos rosales enormes que estaban en el centro, casi todos se los llevaron de aquí, y a veces el director de educación venía, la escuela estaba hermosa y se llevó plantas para la SEP en Guanajuato.
Una vez me habló el inspector, eran vacaciones. Me dijo: "Blanquita, está conmigo el director de educación, el director de quien sabe qué y no sé quién más, te estoy pidiendo permiso, estoy aquí en la Tresguerras, de que pasen a tu salón, a verlo". Los llevó a ver como tenía yo mi salón, como estaba organizado, los cronogramas, el horario que tenía, todo, todo. Quería que lo vieran.
Le regalaron a él bancas individuales, butacas y me las pasó a mí salón, nada más eran para un salón, me dijo: "Es que tú sí las cuidas". Batallábamos con los pizarrones, se ponían brillosos y se resbalaba el gis. También me mandó unos pizarrones nuevos.
[Yo recuerdo, cuando estaba en sexto, estaba yo en otro grupo, y un día entré a su salón y sí noté la diferencia, sí dije:" Ah caray, aquí hay muchas cosas que allá no tenemos"]