Hace unos seis años que, en el antiguo edificio de la presidencia municipal se colocaron tres murales que narran la historia de este municipio, desde sus primeros pobladores (y eso fue sugerencia de un servidor) hasta su presente, destacando sus fiestas y tradiciones. Si usted no los conoce, bien vale la pena visitarlos, no digo que sean perfectos, pero cumplen con el cometido principal de narrar la historia de este municipio. Tampoco estoy diciendo que sean defectuosos. Pero hace unos días, caminando por algunas calles del centro me topé con varios esmerados artistas plásticos que, en una buena cantidad de metros cuadrados de paredes, desplegaban su talento y el particular estilo de cada uno de ellos, plasmando, según la concepción gráfica y (expresiva) de cada quien, algo relacionado con nuestro municipio.
Andando un poco más allá de mis caminos cotidianos me encontré con otros dos murales y uno más en la calle de Rayón. Por si esto fuera poco el callejón que baja del Calvario por el costado oriente, y que acertadamente suelen llamarlo el Callejón de Piedad, está completamente ilustrado con pinturas murales de varios artistas plásticos que hacen un hermoso conjunto donde, con merecida justicia, también figura la Señora Piedad. Y si me faltó algún mural me disculpo de antemano, ya lo incluiré más adelante.
Como dije arriba, no solo la interpretación técnica de cada artista es diferente, también los elementos que plasmaron en estos murales son distintos, pero me ha gustado el hecho de que, a diferencia de los murales de la presidencia que así tenían que ser, en estos trabajos no hay una obviedad de los conceptos asociados a nuestro municipio y sí una sutileza que los hace más disfrutables, quizá para quien no conozca esos referentes (hablamos de la piedra de molcajete diestramente labrada, los aguacates, las limas, etc.) pudiera no ser evidente qué tan chamacuerenses son estas obras. Pero no es relevante, creo que estas formas de expresión artística, por supuesto de un enorme valor, están ahí, a la vista y al paso de todos nosotros para el disfrute instantáneo, para verlas todos los días y halagarnos con su logro artístico y plástico. No pretenden darnos una lección de historia (porque su razón de ser es otra).
La excepción a lo anteriormente dicho es el mural ubicado en la calle Manuel Doblado, donde las alegorías son muy directas aunque no por ello desmerece en comparación de los demás trabajos, en todo caso, me gustaron más los otros, pero eso, evidentemente, es cuestión de apreciación personal.
Pese a todas las sensaciones hermosas o reflexiones que, la contemplación de estos trabajos nos hayan provocado, necesariamente estos murales durarán menos tiempo del que quisiéramos mostrándose como en este abril de 2022, la intemperie y las humedades de nuestros muros van a terminar deteriorándolos. Pero ojalá que ese mar de cosas que nos provocan al mirarnos nos acompañe durante mucho tiempo incluso más allá de cuando sean substituidos por otros trabajos o, por motivos prácticos sean substituidos por colores lisos e insulsos.
No tengo la menor idea de cuál es el contexto institucional que rodee a estas obras ni si algunos son parte de un mismo proyecto y otros de otro. Pero el resultado final es digno de encomio, tanto de quienes hayan concebido esa idea, como de quienes hayan apoyado, de una u otra forma para su realización. Mérito aparte, y ya lo hemos mencionado, es el de los artistas creadores de estos murales. Y ya que hablé de los artistas, en este artículo no los menciono ni asocio con las obras; cada uno de estos trabajos está firmado o se indica a quienes participaron en ellos. Incluso, como en el caso de Callejón del Calvario, cada sección fue elaborada por un grupo de artistas diferentes, al menos siete u ocho grupos, tal vez más.
En ese mural, en particular, leí la expresión "Museo sin fronteras" y, sin conocer lo que específicamente pretende decir, yo le encuentro un significado doble, por una parte porque los artistas participantes provienen de varios países, pero por otra parte, son obras de arte que se exhiben en la calle, a la vista de todos y sin que ninguna frontera, por tenue que sea, nos impida acceder a ellos.