Yo me casé en el año de 1949, o 48. Tuve, hasta me da pena decirlo, como 18 hijos, pero se morían chiquitos. Me quedaron once nada más y hace unos años se murió Lupe, el que se murió ya grande, que era maestro. Fue un montón de gente a enterrarlo, hasta el señor cura dijo que si era un sacerdote que había tanta gente. No, era un maestro que sabía respetar mucho a la gente.
La tienda, esta tienda, tiene su historia: Una vez Alba y Antonio, mis hijos, fueron a comprar unas manzanitas agrias, que venden con chile. Les dieron una bolsa por lo que pagaron, no sé, habrán sido dos pesos. Entonces dijeron: "Vamos a vender las manzanitas" y las pusieron, a la entrada de la casa, en una mesa chaparrita que mi hermano Guillermo, el carpintero, le había hecho a Alba para sus juguetes. Pues va a creer que sí las vendieron. Se fueron a comprar más y llegó mi marido:
-¿Y ahora? -le platiqué, le dio risa y se metió a comer, dijo:- Estos están locos.
Pues ya cuando acordamos compraron un paquete de cigarros faros y otras cosas.
-Bueno, ¿qué de veras quieren tienda?, -estaban chiquillos.
-Sí, sí, papá, sí la queremos.
Como trabajaba en el correo, consiguió un préstamo, les puso la tienda y estábamos muy bien, muy bien que nos fue.
Nada más que resulta que después sucedió lo siguiente. Un señor que se llamaba Jesús Olalde vivía aquí cerca, ahí donde alquilan las bicicletas, aquí en la esquina de Victoria y Arista. Y ese señor se venía acá a platicar con Juan, nada más estaba viendo cuándo vendíamos, cuánto comprábamos, como surtíamos, cómo se vendía. Total, a él lo despidieron de la fábrica de Soria, hubo un recorte y salió recortado. Entonces le preguntábamos:
-Y ahora, Chucho, ¿qué vas a hacer?
-Pues yo creo que me voy a ir para México
-¿Qué vas a hacer allá? Tú sabes bien de la mercería, tienes tu puesto en el mercado. ¿Por qué no abres tu mercería?, ya estas grande, ya no tienes hijos -Juan, todavía de buena fe, se lo decía.
- No, Juanito, me voy porque me voy.
Entonces un día llegó buscando a Juan, porque se venía a despedir. Otro día en la mañana salgo yo al mandado, vi que salía mucha gente de la casa de este señor. Pensé: "Si ya se despidió y ahora entra y sale mucha gente; algo pasó." Entré a la casa y le dije a Juan:
-¿Qué pasaría en case don Chucho que hay muchas personas que entran y salen ¿No le pasaría algo a don Chucho?
Total que no sabíamos y en eso venía Raquel Elías y le pregunté:
-A ver, Raquel, sácame de una duda: ¿Qué le pasó a don Chucho?
-Nombre, qué le va a pasar, es que ese señor abrió una tienda, pero está dando regalos a morir: Tenga su remojo, compra una cajita de algo, tenga su remojo. Verdad buena, patrona -porque así me decía- tiene un alto así, que de chiles, que de sardinas, a todos les regla algo.
(¿No fueron tonteras?, ¿para que vino a decirle a Juan que ya se iba?) Y a ese señor ¿quién le va a reponer ese dinero?, pensábamos. Pasaban los niños:
-Un cuaderno.
-Ándele y uno de remojo
-Un lápiz
-Ándele, otro de remojo.
Bueno, decíamos, "¿se volvió loco?" Imagínese: "Deme esto; otro de regalo, esto otro; uno de regalo, ¿quién se lo va a reponer?" Y fue una jugada en desperdicio de la amistad [Mi padre tuvo dos "amigos" exactamente así de ruines]. Y bueno, allá él y que siga regalando. Ala hora que salieron de la escuela llega mi hijo con un montón de cosas en sus brazos.
-Bueno, ¿tú de dónde compraste?, ¿de dónde agarraste?
-No mamá, no los compré, el señor me los regaló, ¿cuál señor? El de la esquina, le dijo a la maestra -que era Jovita-: "mándemelos formaditos a la tienda" y vaciaba hartas cajas y nos aventaba cosas.
El señor Federico Bermúdez, de Escobedo, era el que nos surtía la mercancía, nosotros vendíamos mucho, mucho, la verdad estábamos muy bien, comprábamos varias toneladas de maíz, porque entonces todos hacían tortillas. Cada ocho días hacíamos una listota y él nos vendía todo. Lo bueno fue que nunca le quedamos a deber un cinco. Cuando de repente, le dijo un día a mi marido:
-A ver, Juanito, qué te voy a traer, uh, esto no traigo, esto tampoco -cosas que siempre nos vendía, ya no traía.
Bueno, puedo haber fallado un día. A la otra semana salió la misma. Dijo mi marido:
-Esto ya me olió mal, qué se me hace que éste nos está jugando rudo, pues ya no le vamos a comprar a él.
Tres semanas le aguantamos. Cuando me dice Auxilio Téllez, mamá del Ran-Ran:
-Oye, ¿pues que ya no le compraron a Federico?
-No. -y le platiqué.
-Pero, niña, ¿cómo quieres que te venda a ti? si Jesús sale con una charola, así, de tortas para todos los peones, refresco o agua fresca, lo que se les ofrezca.
Pensé: "Pos don Chucho de veras se volvió loco, ¿quién le va a dar todo eso? La tienda no deja para regalar tanto". No, pues al poco tiempo se fue. Bajo del agua vendió la casa. Un día, mucho después, los muchachos lo vieron barriendo mercados. Pues sí, regaló su dinero. Ya cuando don Federico venía a ver lo que le quedó a deber ni la casa era de él.
Pero antes de irse sacó un chisme: Resulta que mi madre muere el 20 de enero y mi hijo Lupe había nacido un año anterior el 24 de diciembre así que tenía 26 días de nacido. Mi mamá sufrió una embolia, estuvo un tiempo en el hospital y estuve ahí con ella y con mi niño pequeñito. Mi compadre Eureste fue el que la estuvo atendiendo, él le dijo a mi hermano de mí:
-Llévensela, porque no va a ser una van a ser dos se está afectando mucho.
Entonces nos trajeron a la casa y ella se quedó allá. A la madrugada me vienen a avisar que había muerto mi mamá. Me afectó, adelgacé, me puse mal. Entonces este señor, el de la tienda que regalaba cosas, sacó el cuento de que estaba tuberculosa y que no me anduvieran comprando porque estaba tuberculosa. Un día iba yo a Celaya con mi hijo Lupe, chiquito, y me encuentro a Chelo Puente:
-Raquel, pos, ¿de quién es ese niño?
-Ay, Chelo, tú sabes cuantos niños tengo, pues es mío.
-Pues es que me sacaron un cuento... -como ella era partera, donde quiera andaba.
-Ya sé, ya sé, ni me lo digas: que estoy tuberculosa, que por debajo de la puerta me arriman los platos y que quién sabe qué tanto. Hasta sé quién sacó el chisme, fue tu compadre Chucho -porque eran compadres
-Sí, él fue -dijo.
Otra situación: íbamos a comprar esta casa, la de enfrente, con un préstamo del correo. Pero en la casa vecina de aquella había muchísimas ratas porque estaba sola, era como un hormiguero, gordas, grandotas. Estábamos en la tienda y se venían. Total, conseguimos un raticida, a la noche fuimos a revisar si había servido, atrás de la puerta estaba una rata enorme, muerta; hasta trabajo costó sacarla, la puse en una lámina y se me doblaba. Luego vimos que algunas todavía se metían por el drenaje, las queríamos atrapar entre los caños y se perdían en la pared, la tenían toda agujerada. Después era una pestilencia, una fetidez de tanta rata muerta entre las paredes. Le dijo Juan a uno de mis hermanos:
-Búscame un albañil que venga a tapar, tantos agujeros, sale mucho mal olor y uno como tienda aquí pues cómo va a ser.
-Yo mero -dijo mi hermano-, nomás cómprame esto y esto.
No faltó quien viera que estaban parchando y fue y les dijo a los dueños que me había hallado el dinero, y como los dueños venían de México cada quince días. Ya no nos vendieron la casa. Entonces Angelito nos ofreció aquí, era más chica pero se compró. Llos oros dueños anduvieron informándose con qué dinero le pagué, si con dinero antiguo o moderno. Pues, ¿qué sería yo tan tonta de ir a pagarle con eso? Ya luego me investigaban que dónde lo cambiaba, me seguían los pasos y luego sacaron un cuento… Y en todo eso nos acabamos la tienda, se nos acabó el dinero entre eso y curarme. No me da pena decirlo: había días que no teníamos qué comer. Y gracias a ese señor. No, si la boca es mala. Sí, se sufre mucho, pero se aprende en la vida.
Fíjese que gracias a su papá pude ayudarme un poco: estaba iniciando el Banco de Comercio, le dije a Juan:
-Yo creo que te prestan unos centavitos para el negocio.
Fue y dijo que no le habían prestado nada, creo que no quería compromisos. Entonces le dije:
-Pues ahora voy yo.
Llegué, me preguntaron:
-¿Y quién la conoce aquí? En Comonfort.
-Pues todo el mundo -y en eso que entra el Sr. Carracedo:
-Señora, ¿qué hace aquí?
-Pues vengo a buscar un préstamo, pero me dicen que quién me conoce.
-Ay, señora, pues todos la conocemos.
Que entra El Rojo:
-Señora Joven -porque así me dice-, ¿qué hace usted?
-Pues aquí estoy platicando..
Que entra el sr. Morelos. y lo mismo, Pero el primero fue el Sr. Carracedo. Tuve la buena suerte de que entraran esas personas. Y me dieron el préstamo.
Ya después empecé aquí, pues se murió mi esposo, enseguida, decía que no estaba acostumbrado a las deudas y resintió mucho estar pagando la casa. Además, poco antes habían muerto mi mamá y mi papá, ahí mi esposo dijo: "Ahora sí se acabó todo para mí". Porque él no fue querido en su familia. Que porque era hombre y en su casa no querían hombres, puras mujeres, puras hermanas. Hasta su abuelita me decía: "Fíjate nomás, no lo quieren a mi Juanito, que porque es hombre. Pero me extraña de la mamá que es hija de María, de Acción Católica, de la Tercera y no sé qué tanto, pero desdeña a su hijo". Nunca lo quisieron; que sólo señoritas Pallares. Hacían sus fiestecitas y no lo invitaban. Haga de cuenta que no era nadie él y acá mi papá si lo apreció bien. Mi marido decía de mis papás: "Estos fueron mis padres para mí". Se murió seguido, en el 65. Yo me quedé con tanto muchachito, no podíamos levantarnos, se iba Lupe a la escuela, se iban todos a la normal a Celaya y yo pagándoles el pasaje y con cien pesos que me daban de pensión, tenía que lucharle, entonces siempre tuve que estirarlos para poderle dar vuelta. Y ya me quede aquí, me quedé aquí y aquí me quedé. Y fueron las manzanitas; fueron las que empezaron. Ahora, cuando le acuerdan a Toño y Alba nomás les da risa. Pero a ver, de ahí salió y cuando se murió mi marido y aquí quedé yo, tuve de dónde agarrar. Aquí estoy desde el año del 62, por eso llegan muchos muchachos:
-Ay, doña, se acuerda de mí, cuando estábamos aquí, que quien sabe qué.
Gente que se fue a otros municipios, les digo:
-Sí, si me acuerdo de ustedes, sí me acuerdo de ti. Tú eres fulano de tal.
Sí me acuerdo mucho de algunos, de otros no pero de otros sí. Viene alguien y me dice:
-¿No se acuerda de mí? Soy el doctor de Neutla.
-Ah, tú eres el Banderita? Discúlpame pero a ti te decían el Banderita.
Y así muchos, muchos vienen:
-¿Se acuerda cuando los billetitos?
[Yo recuerdo haberle comprado a la Sra. Raquel tantos billetitos como para canjearlos por dos luchadores de 25 cms]
-¿Y las maquinitas?
Y sí, sí me acuerdo, nosotros tuvimos las primeras maquinitas que hubo en el pueblo. Es que además este edificio de enfrente primero tuvo a la secundaria, después la primaria, la Tresguerras con la directora Oliva Gamiño, mi comadre. Después la primaria se fue para allá donde está. Luego fue también la prepa y la telesecundaria.
[Cuando le pido permiso de tomarle una foto accede pero me aclara:] No me gusta que me fotografíen, ni antes ni ahora. Por cierto, mi familia no es tan grande pero son como 120 personas y hacemos una fiesta y dicen: "Ahora una foto con los puros hijos, ahora los puros nietos, y ahora los bisnietos". Ya son como 30 bisnietos, también conocí tataranietos. De todos modos somos tantos que es difícil que se junten todos, ni el 10 de mayo, porque van a visitar a las suegras, a las abuelas de la otra familia, más bien el día de mi cumpleaños es cuando vienen casi todos. Porque como está casi pegadito sería mucha celebración junta. Me dicen: "Mamá, ¿por qué naciste luego luego del diez de mayo?"
Yo recuerdo bien a don Pepe Carracedo, a Trini, la mamá del Rojo, a Mariquita, mamá del Dr. Muñoz. Por cierto que el doctor vivía aquí cerca cuando el Paricutìn y le daban un miedo terrible los temblores. Pero fue muy buena gente el doctor con nosotros, también Mariquita. Ellos y don Pepe convivían con mi papá. Era muy bonita esa época, todos vivìna muy bien; se respetaba toda la familia…